LA SALINAS, POR LA SEÑORA JOSEFA ROPERO
Siempre con una medida sonrisa, Josefa se refiere a la vida en el poblado de Las Salinas
Gracias a la descripción de Josefa Ropero sabemos de la existencia de una panadería, de un estanco, de un bar, de un cine y de ese economato que, como manifiestan otras personas entrevistadas, consideraba un signo de prosperidad.
Josefa siempre esboza una medida sonrisa cuando se refiere a la vida en el poblado de Las Salinas, ese paisaje del que la señora Ropero es elemento indisoluble.
La memoria preclara de Josefa le lleva a referirse a sus antepasados o a recordar la referencia de padres y abuelos a la familia Acosta Oliver, la familia almeriense que sumó la influencia de sus dos apellidos para impulsar la transformación de las salinas a principios del siglo XX.
Josefa se queja amargamente de la distinta posibilidad que tuvieron las niñas de su generación al acudir a la escuela femenina a la que asistía de pequeña, posibilidad lastrada por la falta de diligencia de aquella maestra que no atendía a sus funciones. En esa queja y en otros testimonios que Josefa me confía encuentro visos de modernidad que solo encuentro en el despecho de las personas de su edad.
De forma vívida nuestra protagonista nos habla del ambiente festivo y familiar, lo hace con la misma naturalidad con la que nos habla de la muerte al referirse al hermano fallecido en la Guerra Civil o a los vecinos que acompañaban a los hermanos Gandolfo en sus partidas de dominó.
De una de las casas sale un joven al que Josefa Saluda de forma jovial, ensanchando su sonrisa al preguntarle si sabe de su nieto.
El muchacho, solícito y gentil, le responde que aún duerme , a lo que Josefa responde con una risa entre socarrona y fraternal.
Josefa ha sido figurante en películas que vieron en este lugar una localización extraordinaria. En nuestro caso, ha sido coprotagonista del capítulo que dedicamos a rescatar la memoria del poblado de Las Salinas.
Fotografías de la colección de Ángel Mateo Gómez.