Uno tiene la sensación de que Antonio es alma de tertulia, aquellas que rememoran escenas del Café de Chinitas o que cuentan odiseas en los mares de la China.

Antonio me habla de su periplo como marinero de buques mercantes, primero en la naviera vasca Aznar, más tarde en la noruega MAESK.
Su relato es vertiginoso, en ocasiones caótico, propio de alguien que tiene mucho que contar y que desea contarlo.
En ocasiones, Antonio pasa en segundos de Ceuta a Oslo o de Texas al Golfo Pérsico, lo mismo te habla de la capacidad de su padre Antonio que de la fortaleza de su primo Antonio, otro de nuestros protagonistas.
En ocasiones se arranca por Pepe Pinto y en otras lo hace por Rafael Farina, deseoso de gustar, pasional y terrenal.

Uno tiene la sensación de que Antonio es alma de tertulia, aquellas que rememoran escenas del Café de Chinitas o que cuentan odiseas en los mares de la China.
Antonio se dirige a mí como aquellos locutores radiofónicos que atendían a peticiones de canciones dedicadas, ofreciéndome una terna de canciones para ser cantadas, comentando los pormenores y las bazas de cada una de ellas.
Yo le pido que me cante “Mi niña Lola” y a él se le enciende el rostro con el color de la amapola.
¡Qué buen ratico!

Manuel C. Rodríguez Rodríguez. Dirección-Documentación-Guion de la serie documental «La Memoria del Cabo»